lunes, 31 de agosto de 2009

Un Café solo, MUY CORTO POR FAVOR.

Es que va a ser que soy rarito y a todo le saco pegas; seguramente es eso lo que piensa el "capullin"/ "ina" que a diario me sirve el café al repetirle hasta la saciedad que no quiero un café normal ni uno largo. Me he aprendido como pedirlo para fijar en la mente del camarero que quiero un café corto y he desarrollado técnicas de marketing con la sola finalidad de tomarme lo que pido y no lo que me sacan; pues no hay manera y al menos en un cuarenta por ciento de las ocasiones veo como se esfuma el encanto del aroma y sabor concentrado de un buen café. Tazas que parecen piscinas olimpicas sin apenas crema y a las que al echarles el azucarillo se ve el fondo de la taza; el colmo es cuando, en un alarde de inteligencia, el camarero te pregunta de que lo quieres corto: "de agua o de café"; otros directamente cargan el mango de la cafetera con la mitad de la dosis pensando que soy hipertenso seguramente. Vaya Mi.... Señores, un café corto, expreso, crema, italiano o corto simplemente significa que me gusta de forma extraordinaria el café y que quiero que esté lo más concentrado posible. Si pago en un bar el equivalente a lo que me cuesta un paquete en el supermercado creo que estoy en condición de exigir que se me sirva lo que he pedido y de no ser así devolver el producto no solicitado para ser reemplazado por lo que he pedido (vaya cabrón es lo más suave que piensa el camata de turno cuando activas ese mecanismo de defensa) o sea que el Corte Inglés me devuelve sin rechistar la pasta que vale una americana que he comprado hace quince días sin preguntarme el motivo, y el camarero-a de turno se mosquea porque le pido que me sirva lo que le he pedido rechazandole cualquier otra cosa que según su criterio se aproxime a lo que le he pedido. Hay algunos que con la taza desbordando te dicen cariñosamente: "un poquito largo ¿verdad?" pues sí cohones es evidente; si pides un cortado y te traen un solo, no hay problema en la devolución y reemplazamiento del producto pero en el tema de los cortos y largos la casa no responde adecuadamente. No te tomes llo que no te gusta es un lema, pero tomarte lo que no te gusta y encima pagarlo sin rechistar creo que es otro ejemplo del mundo al revés.

Veneno en la Tortilla, urea en las aceitunas.

No se si es que la edad va mellando las circunvalaciones del cerebro, o que la fuerza mediatica se sujeta con fuerte adhesivo influyendo poderosamente en cada acción que realizamos, lo cierto es que a pesar de los controles sanitarios que afectan seguramente a los bares, la calidad de lo que consumimos en ellos cada vez es peor. Mi pincho de tortilla mañanero es un claro exponente de lo que digo: ni en los bares de más solera y tirada de mi biotopo particular puedo ya fiarme de la frescura de mi diario pincho de tortilla de patata; cuando uno toma invariablemente a diario su porción de tortilla, acaba por la fuerza de los años convietiendose en un megaespecialista de ese producto. Para evitar ser timado y envenenarme con ejercitos de salmonelas, siempre pido que no se me calienten los alimentos en el microondas (engendro del demonio) para poder analizar de forma natural, tanto la morfologia visible del producto, como su sabor y olor original: en el caso de la tortilla, el corte que queda de hacer las porciones muestra claramente si el producto no es del día: se distinguen claramente los contornos de la patata y la perfección del corte que parece estar pulido; no necesariamente es del dia anterior pero lo que es irrevocable es que ha pasado más de dos horas en el frigorifico. Para deducir si es del día anterior o de las cinco de la mañana ya tienes que arriesgarte a meterte un cachito en la boca, para que despues de machacar el alimento con los molares notes o no si se te queda algo de patata pegada a la muela o si por el contrario se desmenuza en granitos que se desprenden facilmente de la piñonera: en ese caso ya debes saber la causa si tienes retortijones en un par de horas.
Otra máxima que tengo en los almuerzos es desconfiar abiertamente de aquello que me sirven sin haberlo pedido, peor aún si cuando llego al bar veo que ese "regalito" se encuentra presente en todas las mesas (vacias y llenas) Que os parecen esas aceitunas mezcladas de siete tipos distintos, todas revueltas en el plato, con un color mate y las chorreras de la muerte asomandose por sus culitos, todo un espectáculo ver esas olivas negras peleando por un sitio en el plato con las partidas, las avinagradas, las manzanilla o las moradas. He contemplado en ocasiones el proceso que siguen esos platos al ser recogidos de las mesas despues de ser parcialmente consumidos, cuya primera escala es la tapa de las camaras que se encuentran detrás de la barra, para en un segundo recorrido ir directamente a la garrafa de plástico con el tapón negro de boca ancha que se situa estrategicamente colocado junto a la camara; evidentemente, gustandome mucho las aceitunas he desarrollado la particular estrategia de pedir monovariedad en lugar de mestizaje, pidiendo negras o manzanilla o partidas pero en ningún caso mezcla de ellas. Hay mujeres que, al ser presentadas a un hombre, prefieren dar un beso antes que la mano en clara alusión a que creen que no se lavan las manos despues de orinar; si creemos en eso imaginemos lo que nos llevamos a la boca comiendo las aceitunas del bar del guarro.
Somos así y aún a riego de todo continuaré mientras pueda tomandome ese pincho "de la muerte" en uno de mis bares preferidos.